lunes, 11 de abril de 2016

Me convirtieron en un suicida

Este texto no es un desahogue amoroso ni un texto depresivo que busca respuestas a cierto vacío existencial que pudiera sufrir ante un episodio que ha marcado mi vida.

Me resulta suficientemente difícil el ponerle nombre a este texto, y es que habían otros posibles títulos que enmarcarían perfectamente el sentido de esto: "Yo sólo quiero usar la bici", "Mamá y papá me quieren matar", "El gobierno, la sociedad y mis padres como homicidas", etc. Títulos dramáticos porque no hay manera más hermosa de vivir, escribir y leer; títulos dramáticos porque la situación es casi tan patética como mi dramatismo.

¿En qué momento nos volvimos tan auto dependientes? ¿En qué momento perdimos la razón y nos empezamos a quejar del clima y el tráfico desde la "tranquilidad" del auto? ¿En qué momento nos volvimos tan egoístas como para dejar de pensar en los y las que vienen? De un tiempo para acá estas preguntas han estado rondando por mi cabeza ante la nostalgia que da el recordar cuando la gente en Guadalajara podía burlarse del tráfico del DF sin estar atorades en López Mateos. Qué cosas, ¿no? Tampoco pretendo hablar de los problemas de movilidad de esta ciudad que no son menos sino parte del problema que en este artículo pretendo abordar: el aire.
Tengo el tabique desviado, múltiples alergias y en estos momentos rosado el contorno de la boca/nariz por tanto estarme limpiando los mocos. No, no estoy enfermo de gripa sino estoy siendo víctima de mi trastorno suicida, ese trastorno que se manifiesta en atentar contra mi vida día a día; no se trata de un diabético adicto al azúcar o de una persona con cirrosis que no deja el acohol, se trata de una persona enferma de las vías respiratorias que utiliza el carro. Pero, ¿por qué no dejar de utilizarlo? Vaya, el problema es aún mayor. Mis padres ven como un atentado suicida el que quiera comprarme una bicicleta y/o volverme usuario de MiBici, mientras en un acto homicida toman el carro para ir a la tienda de la esquina o al gimnasio, olvidando que emiten razones para matar poco a poco a su hijo y privarle de un medio ambiente digno a sus nietos y sobrinos.

Y tal vez mis alergias sólo sean causa de una mala alimentación o de mi tabique desviado, o qué sé yo. Lo que sí es un hecho es el cómo cocheficamos nuestras vidas a un grado tan ridículo que sólo caminamos para dirigirnos al auto y al sanitario; y podrían alegar algunes que "cada quien su vida", pero esos algunes no saben que están contaminando mi vida.
Las cifras de la OMS en 2013 le quitan el dramatismo a mi texto para acentuar la problemática, esto al dar a conocer que en ese año murieron tres mil personas en la ZMG debido a exposición crónica o aguda con aire contaminado.

Me niego a creer que estemos destinados a llegar a puntos tan ridículos como comprar aire embotellado; me entristece el pensar que en un futuro los niños no puedan salir a jugar; me aterra el pensar que la compresión del diafragma pase de significar la armonía del cuerpo, el oxigenar y llenar de paz cada recóndito espacio del ser, a ser un acto suicida, un acto temido entre un sociedad que fue olvidada y sentenciada por sus antecesores; me causa estupor como los religiosos defensores de la vida y creación de Dios, no elevan su voz para defender a la pachamama que también, que es madre y es creación.



Hasta aquí el resultado de sonarme la nariz y expulsar un poco más que mocos: mi odio, mi miedo.